I. A ella
le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto
por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas
palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay
en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo
nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un
sentimiento equívoco y otro equivocado. Somos felices.
II.
Pretende que yo estoy enamorada del amor y que a él sólo le interesa el sexo.
Dejo que lo crea. Cuando su cuerpo me estremece, lo atribuye a sus muchas
palabras. Cuando mi cuerpo lo estremece, lo atribuye a su propio ardor. Pero me
ama. Y no lo saco de su engaño porque lo amo. Sé muy bien que seremos felices
lo que dure su fe en que no nos amamos.
Raúl Brasca
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