dimecres, 7 de febrer del 2018

Acariciar a un gato alarga la vida


Dicen que acariciar a un gato alarga la vida. Quizás esa superstición se debe a la percepción de que acariciar un gato produce un placer vivificante. No es sólo la suavidad sedosa de la piel. A medida que vamos pasando la mano una y otra vez por el pequeño bosque de pelo cálido, notamos un suave calor, una tibieza que se difunde desde el plexo solar hasta el centro del pecho.
Si el animal es cariñoso y busca nuestra caricia o, mejor aún, si empieza a ronronear, podríamos ser capaces de mantenernos durante varios minutos absortos en la tarea de acariciar al gato, sin pensar en nada más que en lo que en ese momento sentimos, lo que nos transmite esa pequeña vibración del ronroneo que nadie ha logrado aún saber cómo se produce. Estar absortos en algo, concentrados en una sola cosa: algo difícil para unos animales tan dispersos como los seres humanos. Acariciando al gato nos asomamos ligeramente a cómo debe de ser la vida de los animales, centrada en el instante. El tiempo parece suspenderse un poco, mientras nos olvidamos momentáneamente de nuestras obligaciones y urgencias. Quizás sea ésa la forma en que nuestra vida se alarga, no en el tiempo, sino en la intensidad.

Paloma Díaz-Mas

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