dissabte, 16 de juliol del 2016

Amantes de Suzanne


Cuenta el escritor Francesc Miralles que él, siendo adolescente, estuvo enamorado de la cantautora Suzanne Vega. Me ha hecho gracia su confesión porque yo también pasé por el trance de sentirme algo embrujado, en su día, por la flacucha de Nueva York, esa artista que el gran público recuerda -si lo hace- sólo por una canción, Luka, no la mejor de su repertorio. La señora Vega, que ahora tiene 48 felices años, no despertó en su día grandes pasiones entre el respetable local, así que su club de fans tenía que se aquí forzosamente reducido, de culto, como dicen los que escriben de estas cosas. Tal vez Miralles -al que no tengo el gusto de conocer- y un servidor seamos los únicos a los que nos dio fuerte. Él, según cuenta en el Avui, llegó a enviarle un poema y -eso es todavía mejor- fue contestado con una postal escrita directamente por la bella. Yo no tuve tanto arrojo y me limité a intentar -sin decírselo- que mi novia de entonces tuviera un aire cercano al de la chica que cantaba piezas oscuras como Marlene on the wall.
La voz suavemente cabreada, castigadora a la par que hipnótica, de Suzanne Vega nos enamoró, son cosas que han pasado toda la vida. Canciones como Small blue thing o Left of center siguen siendo como habitaciones de motel en las que uno se quedaría pasando un semestre mirando el techo. En 1987, cuando nos llegó esta música, también tomamos contacto, a través de la inquieta editorial Columna de entonces, con autores norteamericanos como Bret Easton Ellis y Jay McInerney. Eran libros de portadas rompedoras que entraban por los ojos. Todo hablaba de Nueva York y ése era el lugar de destino anhelado. En aquellos tiempos, por ejemplo, Sergi López todavía no era Sergi López pero ya llevaba dentro todos los personajes de su ropero, a decir de los viejos del lugar. El muro no había caído, la palabra posmodernidad aparecía en los suplementos culturales, Jaume Lorés analizaba el país como nadie, y todos poníamos cara de incredulidad crédula cuando alguien explicaba que el amigo de un primo mayor que nosotros había muerto de sida.
Yo fui amante virtual de Suzanne Vega, como Miralles, en aquellos ochenta que nos detestaron. El pasado junio, la cantautora sacó un nuevo disco, Beauty&Crime, después de seis años de silencio. Todavía no lo he escuchado y no sé si lo haré. Volver a los viejos amores es muy arriesgado, qué les voy a contar que no sepan ustedes y que no pueda teorizar mejor que yo, en estas páginas, el colega Jordi Llavina. Además la Suzanne de la que yo me enamoré será siempre veinteañera y tendrá siempre un rostro a medio camino del beso y la mala leche.

Francesc-Marc Álvaro

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